Recabando información sobre el origen de la I Fiesta del Jamón Serrano de Aracena; y tirando de hemeroteca e internet, caigo en la cuenta que todavía tiene que haber algún señor o señora que haya vivido en primera persona ese gran día. Aunque quedan pocos, salgo a la calle y pregunto, y estas preguntas me llevan, por unanimidad en la barra del Hogar del Pensionista, hacia la persona de Joaquín Silva Franco (Aracena, 1928). Él recuerda perfectamente cómo su señora, Ana Romero Alcaide, pasó hasta por la costurera y dejaron las niñas con la abuela paterna para dirigirse con su grupo de amigos a la fiesta. “Había una gran expectación, se notaba que era un día grande en el pueblo. De hecho, no recuerdo una Fiesta así desde entonces”, comenta Joaquín emocionado al recordar aquella gran noche. De hecho, en la época el mismo Joaquín abastecía de vino blanco a Aracena (y su fiesta), ya que heredó la profesión de su padre, comercial. Aunque, posteriormente, acabó en las oficinas del ayuntamiento y de la Oficina de Empleo, hasta 1993, que se jubiló.
Joaquín recuerda que fue realmente una Fiesta de los pueblos serranos, pero se celebró en Aracena, “supongo que porque era el pueblo más grande y porque mi amigo Juan José Cuaresma – alcalde en el momento de la Fiesta – organizaba muchas veladas, y sospecho que la iniciativa de la Fiesta fue suya”. Joaquín recuerda perfectamente cómo se mencionaban los municipios participantes: Jabugo, Cortegana, Cumbres Mayores, Alájar o Corteconcepción, entre otros.
“Cuaresma era un alcalde bastante cercano, no era déspota ni mucho menos; a pesar de ser alcalde de la Dictadura”, me cuenta entre risas. La Fiesta del Jamón fue una forma “muy bonita” de ir acabando con la década de los años 60, años en los que hubo “muchos cambios, una década admirable”, dice Joaquín después de casi nueve décadas en Aracena. “Se engalanó todo el pueblo… pero también todo el mundo. Recuerdo que valía algo de dinero entrar, y te daban un plato de jamón”. Por lo visto, la bebida corría por cuenta de cada uno. “Todo el mundo bebía vino blanco; era curioso, pero casi no había ni cerveza ni tinto; era la moda”. En su memoria todavía quedan recuerdos de que la velada política y de protocolo, con la reina y las autoridades se hizo algo larga, aunque se vivió con intensidad, ya que se iban nombrando los pueblos y ganaderos y demás, y la gente no para de aplaudir. Dentro del Paseo (Plaza Marqués de Aracena) no cabía un alfiler. Iba todo el mundo de punta en blanco; “era la mayor fiesta que he vivido en Aracena”, repite Joaquín. El jamón y la bebida se cortaba y preparaba en la antigua calle Moscardó (actual Campito), como recuerda Joaquín, en una tienda de alimentación, bajo un parrón.
De rependo, Joaquín se queda un poco aturdido e intenta recordar los amigos con los que fue. “Mi señora también se ha muerto… de los 15 o 20 que íbamos, solo quedamos Joaquín Villa, Juan Manuel Pérez Palacios, Pedro González Esteban y yo”, comenta algo entrecortado.
Después de la gala y algunos artistas y demás, “recuerdo que venía una orquesta que traía Jesús Quintero, El Loco de la Colina, que terminó ya de madrugada. Creo que la Fiesta no se volvió a hacer – prosigue nuestro protagonista – al año siguiente por miedo a no estar a la altura de la primera… y se hizo unos años más tarde, pero no fue igual”, asegura Joaquín.
Isidoro Cascajo de la Barrera-Caro