Desde que el ser humano comenzó a tener conciencia de sí mismo se despertó en la humanidad una necesidad de controlar el tiempo. Su primer paso hacia la comprensión de algo tan evidente – y tan abstracto – fue desarrollar técnicas para medirlo. En los comienzos se usaron relojes naturales, como el ciclo lunar, la alternancia del día y la noche o el ciclo anual del sol. Con el tiempo, el desarrollo tecnológico permitió la aparición de ingenios capaces de realizar medidas más eficaces, desde los relojes de arena y los hidráulicos hasta los modernos aparatos de alta precisión. Todos muy distintos entre ellos, pero con un mismo objetivo: cuantificar lo insondable.
El astro rey ha sido desde antaño un elemento muy versátil para medir el tiempo, actuando como reloj natural. Tal vez, los precursores de los relojes de sol fueron los monumentos megalíticos, cuyas sombras alertaban al hombre primitivo sobre el devenir de las horas a lo largo de la jornada y sobre la sucesión de las estaciones. Lo cierto es que durante siglos estos relojes han sido el método más fiable para conocer las divisiones del día, desde la alborada hasta el ocaso. La ciencia que estudia los tipos de relojes de sol y su funcionamiento se llama Gnomónica, en honor al ‘gnomon’, la varilla que proyecta su sombra en los ‘cuadrantes’. En realidad, la luz solar puede marcar las horas directamente, o a través de su reflejo o proyectando alguna sombra. Así, son muchas las variantes de relojes de sol que existen y se distribuyen a lo largo y ancho de toda la geografía mundial.
El suroeste de la geografía española no es ajeno a la presencia de relojes de sol. Así, las provincias de Huelva y Badajoz cuentan con un rico patrimonio gnomónico. Es el caso de Aracena, que cuenta con los cuadrantes de una vivienda particular, la Casa de la Inquisición, el IES San Blas y en las aldeas de Carboneras, Corterrangel (1671) y Santa Marina; y Aroche (en cuyo término existen cuatro relojes, el de la iglesia (1609) y los de los cortijos La Belleza (1810), Monteblanco y La Mazmorra. Esos relojes, pese a haber perdido su utilidad, no han reducido sus cualidades ornamentales ni su innegable valor simbólico y permanecen desafiando el paso del tiempo. Suponen un patrimonio cultural de incalculable valor. Un patrimonio que en la mayor parte de los casos pasa desapercibido para la ciudadanía.
Sin embargo, otros de los que antaño jalonaron los muros de las iglesias, cortijos y viviendas ya no continúan marcando las horas. El desarrollo relegó su uso y muchos fueron eliminados. Es el caso del reloj del ayuntamiento de Fuenteheridos; de otro en el castillo de Torres, en Cumbres de San Bartolomé; el de la iglesia de Castaño del Robledo o el que estaba en una de las entradas de Zufre, del que un vecino recuperó un fragmento en unas obras. También existen relojes que la población tiene por solares cuando no lo son. Ejemplos de ello son los viejos relojes de piedra de Cortegana, en la calle Hermanas Reyna, y los de las iglesias de Cumbres Mayores y de Fregenal de la Sierra. Otras aportaciones más recientes no pueden siquiera considerarse auténticos relojes de sol, por su inadecuado diseño, como ocurre en domicilios particulares de Navahermosa (Galaroza), Cortegana y Aracena.
No todos se conservan en buen estado. De algunos, como los de Sanlúcar de Guadiana, Zafra y el del Monasterio de la Rábida (Palos de la Frontera), sólo queda una varilla metálica como testigo. En cambio, en otros como los de Higuera de la Sierra o Jabugo (calle Talero) el único vestigio es un lienzo de enfoscado con un agujero. Con buena voluntad, en algunos casos se ha sustituido el gnomon original por una varilla poco afortunada, como en los relojes de Santa Ana la Real, Valdelarco, Alájar (1624), Cortelazor la Real o Campofrío. También los hay que sólo muestran la placa pétrea sobre la que fueron trazados, con un hueco huérfano de gnomon; es el caso, entre otros, de los cuadrantes de Zalamea la Real, del cortijo de Monteblanco en Aroche o de Linares de la Sierra (1656). En Cumbres de San Bartolomé, los dos relojes de sol han sido restaurados, el de la iglesia con gran acierto y el del cementerio con muy mal criterio, confundiendo las horas. Hay varios relojes que han sido encalados, como los de Jabugo, o La Granada de Riotinto. Esa situación desmerece su valor y los hace pasar aún más desapercibidos, pero tal vez haya ayudado a su preservación. Otros, en cambio, están resaltados sobre un templete. Es el caso del reloj de la iglesia de Cortegana, el de Santa Marina (Valdezufre, Aracena).
En la mayoría de los casos la faz del cuadrante es de mármol, como en los casos de Puerto Moral, Valdelarco, iglesia y cortijos de Aroche, Los Marines y otros. Con pizarra se elaboró el de La Coronada, en Calañas, y en cerámica tradicional, el de El Granado. Los azulejos dieron vida a relojes como los del santuario de la Virgen de los Remedios, en Fregenal de la Sierra. Entre los relojes más contemporáneos son frecuentes los elaborados con metales, como los dos relojes-fuentes de Huelva, el reloj ecuatorial del Centro de Recepción El Acebuche de Doñana, en Almonte, o el reloj ecuatorial de la Plaza Rozalejo de Bollullos Par del Condado, que consta de tres armillas y gnomon sagitado. Por último, el enfoscado de los muros aloja relojes como los de Zafra o el del IES San Blas de Aracena.
Entre los cuadrantes que conservan su gnomon original, debemos destacar los de La Granada de Riotinto, con una varilla de triple apoyo, y Escacena del Campo, con un fleje como gnomon. Claro que si destacamos relojes, tenemos que señalar que el de Corteconcepción, de 1988, y el de Isla Cristina destacan por ser los únicos de trazado horizontal por la zona.
Algunos relojes tienen a sus espaldas una larga historia, como el que se encuentra en Zufre desde hace poco tiempo. Este cuadrante italiano de 1712, se alzó durante años en Cumbres de San Bartolomé. El de Santa Ana la Real también pasó algún tiempo a la sombra, pero la iniciativa de varios vecinos lo llevó de nuevo a ocupar su lugar. De ese reloj cabe decir, además, que su diseño y año (1701) son idénticos a los del de Cortelazor la Real, lo cual nos lleva a pensar que fueron creados por la misma mano. Algo parecido pasa con los cuadrantes de Puerto Moral y Valdelarco, que tienen varias semejanzas entre sí, incluida la fecha (1727).
Pero los relojes de sol no han muerto. La última aportación a la gnomónica de la zona ha sido la colocación en Puerto Moral del cuadrante más pequeño del mundo, en la celebración en esa localidad, cuyo reloj es el más interesante de la provincia de Huelva, de las XXVIII Jornadas del Patrimonio de la Sierra. Es obvio que relojes como ese no han sido instalados para dar a conocer la hora al gran público, en un momento en el que el tiempo se mide a la décima de segundo. Los cuadrantes, los nuevos y los históricos, son un guiño a tiempos con otra filosofía de vida y otra forma de entender el tiempo. Pero los relojes de sol, además de pasado y presente, tienen un gran futuro contribuyendo al desarrollo de este territorio como reclamo turístico de sostenibilidad.
Texto y fotos: Ignacio Garzón
(Centro de Investigaciones y Estudios Serranos CIES)