Los Marines y Corteconcepción, últimos bastiones del mosto artesanal de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche

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Los Marines es uno de los últimos bastiones de la elaboración artesanal del mosto. En esta localidad quedan algo más de 30 familias que aún se dedican a la pisa artesanal de la uva para sacar el preciado líquido, el mosto. Según nos comentan en el bar de Marcial, la única diferencia es que con las máquinas es más fácil y se saca más cantidad; ya que la calidad es casi la misma; “bueno, al triturarlo todo junto (hojas, rabillos…) sale algo más ácido. Con la pisa a pie sale más limpio”.

Este año poco mosto va a haber en Los Marines debido a una tormenta ácida que cayó el 20 de agosto, según nos comenta Gonzalo Arias, que se “cargó las viñas de todo el país (comarca)”. “Algunos los curamos en el momento, pero poco arreglo tenía. Ha dependido de la suerte”.

Junto a su amigo José Sánchez, cuentan que debido a que no llovió en meses, la tormenta que cayó el fatídico 20 de agosto venía muy contaminada, y claro, cotra eso no hay lucha posible, “o no sabemos cómo, debido a que aquí no hay nadie que se encargue de inspeccionar las parras, como en otras zonas comerciales que cuentan con químicos”; cuenta Gonzalo Arias hijo. “Cuando vemos que las parras tienen mal color o les pasa algo, lo arreglamos todo con azufre o sulfato, pero claro, hay cosas para las que no vale”, añade.

La familia de Gonzalo Arias ha sido de las pocas que han elaborado mosto este año en Los Marines, junto a las de Marcelino y Eugenio Carrasco, que han producido una media de unas 30 arrobas cada una, cuando lo normal es entre 60 y 80.

José nos comenta que no se sabe a ciencia cierta por qué hay un mosto tan bueno en Los Marines, “ya que nos econtramos en el límite de la altitud”. Por lo visto, la uva no crece a 1.000 metros de altitud, y esta localidad se encuentra a unos 800 metros. “Bueno -dice pensativo-, esta tierra es muy arcillosa, y esa es la que le guta a las parras”.

Hasta 100.000 litros

Gonzalo padre cuenta que antes una familia sacaba hasta 900 arrobas (15.000 litros), y que había fincas con cerca de 4.000 parras, como la que tenían Severiano y Juliana. “Eso era rentable, así muchas familias se dedicaban a la pisa artesanal y vendían mosto por toda la comarca, -añade Gonzalo- y venía gente de fuera en burros con los serones para cargarlos de mosto”. En cambio, eso se está perdiento debido a que “Sanidad ya no permite esa venta, al no tener controles; además, a la gente joven ya solo le gusta la cerveza, los refrescos, los botellones…”, dice este octogenario entre risas. Aunque destaca que esa industria no se debería perder.

Un buen año, se pueden sacar solo en el pueblo alrededor de 100.000 litros de mosto, por lo que las instituciones deberían reaccionar ante esta demanda; y más ahora con la falta de trabajo existente.

Falta de ayudas institucionales

Asimismo, tanto el ayuntamiento como Diputación o cualquier administración podrían ayudar y potenciar esta ya extinguida industria de Los Marines, para reconvertirla en una fuente de riqueza. Deberían tener ayudas tanto para intentar rentabilizarlo a través de una cooperativa para venderlo, o simplemente para que no se pierda la tradición. Ya que, hoy día, lo que no da dinero tiende a desaparecer en el tiempo. Y esta industria dejaría sus frutos, tanto naturales como sociales y económicos.

Para exprimir el fruto,  se pone bajo la marrana (palé de madera) el pie de uva (de unos dos metros cuadrados) y, así, una viga de castaño cargada con más de 1.000 kilos de piedra presionan el pie de la lagareta (lugar donde se crea el mosto) durante unas 20 horas. Pero antes de ponerlo bajo la marrana, se pisa bien la uva, “porque si no está machacada, no echa el liquido”, explica Fabián. Después, el borujo (restos) se echa al ganado.

El líquido va cayendo en una tinaja, de la cual se traslada a bocoyes, botas o barriles de roble. En Los Marines quedarán unas 30 lagaretas.

En el pie se ponen todo tipo de uvas, y el líquido tiene que conservarse una cuarentena (40 días) para que “jierva” (fermente), y esperar a que el mosto se asiente, cuenta Fabián. A dos kilogramos de uva se puede sacar un litro de mosto, aunque en la segunda pisá se puede escurrir algo más.

Texto: Isidoro Cascajo de la Barrera-Caro

Reportaje Gráfico: Familia de Gonzalo Arias

La familia en su lagar pisando la uva para obtener el primer caldo. Donde también participan los jóvenes, para no perder la tradición.

Posteriormente, con lo que queda, se prensa a la antigua usanza, como vemos al hijo de Gonzalo, cargando las piedras para sacar hasta el último jugo.

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