El 23 de abril se nombró Día Mundial del Libro por la fecha de fallecimiento de los tres genios
Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega fallecieron alrededor del día 23 de abril. Aunque realmente, el origen del Día Mundial del Libro se remonta al día 7 de octubre, cuando se creía que había nacido el creador del Ingenioso Hidalgo, a propuesta del escritor valenciano Vicente Clavel en la Barcelona de 1923. Hasta que el 6 de febrero de 1926 el rey Alfonso XIII declarara el día 7 de octubre la Fiesta dedicada al Libro Español, aprobado por Real Decreto. Aunque esa fecha tampoco estuvo muy consensuada, ya que no se sabía a ciencia cierta el día exacto del nacimiento de don Miguel de Cervantes Saavedra (29 de septiembre de 1547, Alcalá de Henares – 22 de abril de 1616, Madrid).
Fue en el año 1930 cuando tuvo lugar el cambio de fecha de la fiesta más importante del mundo de las letras, y se acordó trasladar la Fiesta del Libro al 23 de abril; cuando ya se festejaba con el encuentro entre autores y lectores, con la tradicional firma de ejemplares, la cual ha llegado hasta nuestros días. Pero hubo que esperar 65 años hasta que en 1995 la UNESCO aprobó la propuesta de la Unión Internacional de Editores y dejar, por el momento, esa fecha primaveral.
Pero la idea no quedó ahí. La misma UNESCO propuso que se nombrara cada año una ciudad como Capital Mundial del Libro, que este año ha recaído en Sharjah (Emiratos Árabes Unidos). La primera ciudad elegida en 2001 fue precisamente Madrid, y en 2018, la eterna Atenas (Grecia).
Al margen de toda la literatura – valga la redundancia – que emerge en torno al Día del Libro, hay realmente una razón de peso, que es el amor hacia la cultura, el reconocimiento hacia las letras, las cuales nos hacen siempre ser mejores personas. El poder mágico de los relatos nos hacen vivir/imaginar experiencias que nunca hubiéramos conocido.
Y así es desde que alguien publicara el primer libro conocido de la historia, El Sutra del diamante, publicado en China el año 873 de nuestra era, 600 años antes que la Biblia de Johannes Gutenberg (Maguncia, Sacro Imperio Romano Germánico, 14001 – ibidem, 3 de febrero de 1468). Entendiendo como libro aquel que ha pasado por la imprenta, invento del célebre orfebre alemán. A partir de la invención de la prensa de imprenta con tipos móviles moderna (sobre 1440), su trabajo más reconocido fue la Biblia, obra que se considera el primer libro impreso con tipografía móvil.
A partir de aquí, el placer de la lectura es un lujo que hoy día parece que está un poco denostado en pro de las tecnologías (y otros tipos de lecturas), donde muchos ‘navegantes’, según las estadísticas oficiales, dedican demasiadas horas a los dispositivos, dejando a un lado el placer de la tranquilidad y de un buen libro. El valor y el placer de una lectura pausada se está diluyendo en la velocidad de las pantallas líquidas.
4 de cada 10 nunca lee
Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros del Ministerio de Educación, casi cuatro de cada diez personas no lee nunca o casi nunca un libro; y, a su vez, uno de cada cuatro títulos son leídos en soportes digitales. Y aquí va el dato interesante: ocho de cada diez son piratas; última puntilla que le faltaba al mundo editorial. Estos datos arrojan el desafortunado porcentaje de que España, con poco más del 65%, sigue por debajo de los índices de lectura de la Unión Europea, con un 73%, según datos oficiales de 2017 de la Biblioteca Nacional de España.
La lectura de libros online pasó del 11% de 2012 al 27% de 2017; aunque ha mejorado considerablemente, a través de internet, no es la misma lectura “reposada y meditada que necesita un libro”, según indica el presidente de la Federación de Gremio de Editores de España, Daniel Fernández. A lo que hay que sumar el daño que se hace al autor y a la editorial al descargar las obras de forma ilegítima. Por su parte, según datos de la Federación y el Ministerio, el salto en el libro analógico fue del 63% de 2012 al 65% de 2017.
Al margen de estadísticas y datos, parece ser que vivimos en un mundo acelerado y de consumo, de usar y tirar; y tenemos que recuperar el placer de la lectura, de la meditación y, por qué no, del aburrimiento. El placer de no hacer nada…
Isidoro Cascajo de la Barrera-Caro