Los Marines y Corteconcepción son las principales bodegas de mosto de la sierra de Aracena

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Los Marines y Corteconcepción son las dos ‘bodegas’ vitivinícolas principales de la Sierra de Huelva, dos referentes en cuanto a la producción de mosto, aunque son otras muchas las personas que lo hacen, estos dos localidades tienen la zona estratégica adecuada debido a las horas de exposición solar. En total, en Los Marines quedan alrededor de 30 familias (Fabián, Marcelino, Eugenio Carrasco o Gonzalo Arias, entre otras) que aún se dedican a la pisa artesanal de la uva para sacar el preciado caldo.

En cuanto a Corteconcepción, son cinco las familias más representativas (Pablo Campos, Julián y Leantro, Cándido Hacha, José María Esteban y El Bombero).

Aunque Los Marines (718 metros sobre el nivel del mar) se encuentra casi en el límite de altura de producción de la vid, genera gran cantidad de mosto (hasta 100.000 litros anuales); mientras que en Corteconcepción (572 metros sobre el nivel del mar), que tiene mejores condiciones geográficas debido a que se encuentra a una altura que le ‘gusta’ más a la uva, son solo cinco familias las que mantienen viva la tradición (producen alrededor de 35.000 litros).

Como la producción en estas localidades es totalmente artesanal, casi todos los años se encuentran con algún problema. Este verano ha sido la enfermedad que se conoce habitualmente como el ‘cenizo’, producida por las bajas temperaturas y la humedad noctura de las noches de verano, que dan lugar al rocío de la mañana, lo que acaba con la maduración de la uva y puede llegar a suponer una baja en la producción de hasta el 50 o 60 por ciento.

Una queja habitual de los productores de la sierra es que no hay ningún control de expertos, como en otras zonas ocurre con los profesionales del sector químico y enológico, “cuando vemos que las parras tienen mal color o les pasa algo, lo arreglamos todo con azufre o sulfato, pero claro, hay cosas para las que no vale”, nos cuenta Gonzalo Arias, de Los Marines.

Tradición ancestral

La tradición se pierde en el tiempo debido a la necesidad de autoabastecimiento que tenían los serranos antiguamente. Como no había “casi de ” – comenta José María Esteban -, pues los mismos paisanos producían su propio vino para no tener que depender del exterior.

No hace muchos años, incluso se producía a nivel comercial para avastecer a otras poblaciones de la zona, “aunque nada más que el mosto salga de la viña ya no sabe igual”, nos dice José María, de Corteconcepción, que ha producido este año menor cantidad debido al cenizo, y ha alcanzado los 3.500 litros.

Pablo Campos, también de La Corte, nos cuenta que ahora solo se vende en la misma finca, a pie de viña, “estamos en un limbo legal, no podemos vender otra cosa que no sea el mosto, y la gente se trae la comida el día 1 de noviembre, festividad de Tosantos, como se conoce aquí”; es decir, el día de Todos los Santos. Es una gran fiesta en la localidad cortesana. Este día también tiene lugar la tradicional marcha de Campanilleros. Van con una burra y un serón por todo el pueblo cantando y piden ayuda para los comedores infantiles.

Por su parte, los marinenses o marineros/as no se quedaban atrás en la venta del mosto. “Eso era rentable, así muchas familias se dedicaban a la pisa artesanal y vendían mosto por toda la comarca, -nos cuenta Gonzalo Arias- y venía gente de fuera en burros con los serones para cargarlos de mosto”. En cambio, eso se está perdiento debido a que “Sanidad ya no permite esa venta, al no tener controles; además, a la gente joven ya solo le gusta la cerveza, los refrescos, los botellones…”, dice este octogenario entre risas. Aunque destaca que esa industria no se debería perder.

“Es un producto totalmente natural – añade Pablo Campos -, no se controla la fermentación, ni se añade alcohol ni nada”. Con lo cual, está garantizada la calidad del caldo, al no haber pasado por ningún proceso.

Pablo afirma que al mosto no le gusta el “trocoleo” – el movimiento -, que hace que se avinagre. José María dice que tiene botellas guardadas “desde hace 30 años, es como el cognac, pero una vez que se abre la botella hay que beberlo en unos días, si no, se estropea”.

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