Orígenes del Carnaval Serrano

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El caso de la celebración de las ‘carnestolendas’ en la localidad de Aroche

El carnaval era una de las fiestas más importantes dentro del ciclo festivo anual en nuestro pueblo. Fiesta pagana, con gran participación ciudadana donde hay un cierto descontrol fundamentado en que el carnavalero se autoexcluye de su personalidad y se evade  de su yo viendo el mundo a través de una máscara. A todo ello hay que añadir una cierta permisividad por parte de las autoridades, aunque en nuestro pueblo en el pasado hubo un fuerte control de la festividad como más adelante veremos.

El origen de la fiesta hay que situarlo en Italia en la Edad Media donde la Iglesia católica establece unas pautas pre-cuaresmales,  así  carnaval  carne-levare que significa “abandonar la carne”, algo que se practica entre los cristianos durante los viernes de la Cuaresma, por otra parte hay otra versión posterior donde  “carnevale” periodo donde se permitía comer carne.

Hay otros estudiosos que sitúan esta fiesta en el periodo Celta entorno a la diosa Celta Carna, y en época romana en honor al Dios Baco. El jueves de Carnaval o Graso, se celebra una semana antes del Miércoles de Ceniza, 46 días antes de Pascua de Resurrección, entre febrero y marzo según el año. Fiesta relacionada con la religión católica, los protestantes no la celebran, donde se establece una delimitación espacial y devocional entre un antes y un después de la Cuaresma.

El Carnaval en Aroche

En una sociedad rural como la arochena estaba fuertemente estructurada por la Iglesia unida a índices alarmante de analfabetismo que configuran una percepción de la fiesta del carnaval diferenciada con respecto a núcleos de población más numerosa y menos aislada. Nuestra pertenencia a Sevilla (Huelva no existía entonces como provincia) hizo que fuese el foco desde donde nos llegaba todo tipo de influencias, entre ellas el carnaval el cual había llegado allí procedente de Italia.

Los registros documentales sobre el carnaval aruccitano hay que situarlo  en el siglo XVIII. Haciendo incidencia en el carácter rural de la sociedad arochena, donde la mayoría de sus vecinos vivían en el campo inmersos en sus faenas agrícolas y ganaderas en muchos casos aislados en el inmenso término municipal (el término municipal de Rosal no existía, era de Aroche) y que solo venían al pueblo en ciertas fiestas, entre ellas el Carnaval por ser de las más populares y donde la participación personal era más significativa y que junto con la feria de ganado o rodeo eran las más populares.

Era tal la fuerza con que se tomaban los vecinos la fiesta que el Cabildo municipal tenía que regular dicho evento sobre todo el tema de seguridad y abastecimiento, así en enero de 1757 ordena mediante un Bando: “Que por quanto en los próximos días  de carnestolendas y demás años la experiencia ha acreditado varios desórdenes por algunos vecinos y forasteros tanto por razones de regocijo como por otros efectos perjudiciales a la causa pública”. Continúa: “el Servicio de Ley de sus Majestades tenga efecto debe demandar y demando que ninguna persona de cualquier estado y condición que sea osada de blasfemar de Dios, la Virgen y demás Santos y cosas sagradas so pena de cuatro ducados y quinze días de cárcel”. “Igualmente se prohíbe bajo dicha multa no se tiren con naranjas, ni otras cosas, ni arrojen agua, ni empañen con harina…”. 

Sobre el desarrollo del Carnaval seguía el Cabildo poniendo controles ante los desordenes habidos en años precedentes, fruto de las ganas de fiesta de los lugareños y de los efectos de las bebidas espirituosas que consumían, sobre todo el aguardiente. Así se prohibía “andar de noche, desde las ocho en adelante en pandillas ni más compañía que dos personas a las cuales les permite la Ronda hasta las diez y no más”.

Si no se tomaban estas medidas la cosa podía acabar bastante mal ya que a las ganas de fiesta, al alcohol había que añadir el uso de las armas, como vemos en el Bando, “Toda arma prohibida, espada desnuda y al que se encuentre con daga, cachiporra o chibatas cortas, y el que se hiera o ultrajes de palabra”. 

Se encontraba el Cabildo, en momentos de peligro extremo, el poder controlar e identificar a los vecinos que fuesen culpables y para ellos el Bando matiza “que ninguna mujer se disfraze con vestiduras de hombre, ni los hombres de mujer y unos y otros traigan el rostro descubierto en lo licito para que deste modo se eviten alborotos…”.

El Carnaval Durante la República

Como en lustros anteriores el Carnaval en este periodo histórico fue una de las fiestas más importantes de nuestro pueblo, durante todo el año los arochenos esperaban su llegada con ganas de fiesta después de las duras faenas en el campo. Era la primera fiesta del calendario festivo anual y el prolegómeno a la Cuaresma, fiesta esta de recogimiento, oración y restricciones carnales. 

Otro componente era la estructura socioeconómica de la villa: Hacendados, generalmente vivían junto a pequeños propietarios y comerciantes y artesanos en la zona centro del pueblo. Arrendadores y pequeños propietarios vivían en el barrio de la Torre, mientras que jaraneros, carboneros y braceros lo hacían en la Cota. Cada uno de ellos tenía una percepción diferente de la fiesta.

Una vez llegado los tres días del Carnaval, los grupos organizados, generalmente compañeros de tareas agrícolas-ganaderas, o gremiales (zapateros, carpinteros, herreros, etc.), personas que simplemente se subían al doblao o sobrao de la casa y buscando en añejos arcones sacaban ropas en desuso y graciosamente preparada les servía de atuendo esos días. Las personas adineradas para destacar dentro de su estatus social preparaban sus disfraces reutilizando trajes anteriores o reutilizando telas de cortinas.

Los grupos salían a cantar  a la calle las letras de la canciones que previamente habían compuesto y alusivas a acontecimientos de relevancia social ocurridos en el pueblo y que con tono jocoso hacia las delicias de cuantos las escuchaban. Previamente a los días de carnaval en las casas se preparaban los dulces caseros: pestiños, piñonates, rosas, tortas, buñuelos… que se guardaban en orzas de barro con miel. Los grupos o reuniones de amigos iban por las calles, llamaban a las casas de familiares o conocidos y a la voz de “se admite”; y pasaban al zaguán donde cantaban sus canciones a los miembros de la familia y posteriormente eran obsequiados con dulces y bebidas.

A este recorrido por las casas del pueblo lo llamaban “la pestiñá”. Un carnaval con identidad propia y que no tenía influencias gaditanas ni de ningún otro carnaval, popular, sin grandes pretensiones escénicas, ni complicados montajes y con un rico repertorio de canciones locales. Las canciones eran acompañadas con instrumentos musicales: Panderetas, guitarras y bandurrias y otros instrumentos de construcción casera. Al existir dos bandas de música en el pueblo, los instrumentos de ambas eran utilizados en la fiestas ocasionando continuos conflictos sobre todo con la banda municipal.

Días intensos de fiestas, comidas y bebidas que hacían se olvidaran los problemas personales, las duras faenas agrícolas y ganaderas y durante estos días se trastocaban las diferencias sociales y económicas: no había ricos, ni pobres, solamente carnavaleros. Importante en los días de carnaval eran  los bailes, para ello contaba el Aroche de entonces con dos casinos de sociedad, el de los ricos en La Unión Recreativa en la Campana y el de los obreros o artesanos Circulo Renacimiento en la antigua Farmacia de Raquel Lobo. En ambos se hacían bailes amenizados por pequeñas orquestas locales: Los López, Los Alcaldes y otras venidas de los pueblos cercanos. Había tal cantidad de público que se repartían banderitas de colores que se prendían en la solapa y en salones contiguos se sentaban a la espera de que el vocalista dijera: “ahora bailan los de la bandera azul” y así sucesivamente los diferentes colores. Había pequeños bailes en el barrio de la Torre en casas particulares marcando la peculiaridad  diferencial de este barrio y su marcado carácter carnavalero.

Los Bailes de Piñata se hacían en los dos casinos, en las antiguas Escuelas (Hoy el Félix Lunar) o en los dos teatros:  Márquez Bravo o  el Teatro Carlos; ambos en la Corredera.  Donde las parejas iban bailando y tirando de la cinta de la Piñata hasta que la afortunada tiraba de la cinta que habría la Piñata colgada del techo y repleta de regalos, uno para el galán y otro para la dama. Por la mañana se celebraban los bailes o sesión vermut. 

El Carnaval terminaba el miércoles de ceniza, fecha en comenzaba la Cuaresma, los jóvenes cogian polveras las llenaban de ceniza y la rociaban a la gente que pasaba por la calle, acto que daba por concluida la fiesta de carnestolendas en nuestro pueblo de ese año y dando paso a la austeridad de la Cuaresma.

El final de esos carnavales viene dado por el decreto de 3 de Febrero de 1937 donde se prohíbe la celebración de esta fiesta argumentando motivos políticos de seguridad al ir los personajes carnavaleros con el rostro tapado y el vestir los hombres de mujer y las mujeres de hombres cosas mal vistas por el nuevo régimen dictatorial existente. Desaparecía así una fiesta tradicional de siglos en nuestro pueblo y que quedó adormecida en  la memoria de aquellos que la vivieron  hasta que vuelta la democracia, se ha vuelto a recuperar bajo otra perspectiva, pero que al igual que en pasado es una de las fiestas con mayor participación ciudadana y una gran proyección fuera de nuestro pueblo.                

Antonio Rodríguez Guillén ‘Chamizo’. Centro de Investigación “Memoria e Historia de la Sierra” 


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