El proceso de industrialización en la Sierra de Huelva a finales del siglo XIX y principios del XX favorece el desarrollo económico y social. Gracias a la financiación nacional y extranjera, se construye la red ferroviaria (Línea Zafra–Huelva en 1875) y la carretera de Sevilla y de Huelva se mejora. De esta manera, los productos agropecuarios, forestales y mineros de la región son exportados al exterior con mayor facilidad, favoreciendo el aumento del número de empresas industriales de la incipiente burguesía comercial serrana.
La arquitectura de gran propietario se relaciona con la burguesía conservadora onubense y sevillana. José Morilla Critz afirma que la sociedad andaluza del momento tenía enormes diferencias de fortuna. Había grandes terratenientes, de los que dependían para vivir muchos arrendatarios, aparceros, caseros, etc; eran en muchos casos los propietarios de pueblos enteros. J. Tussell señala que los ayuntamientos estaban en manos de gente puesta por los mismos caciques. Y señala un hecho probado la consolidación y aumento de la antigua burguesía agraria y la formación de una nueva (que en parte termina ennobleciéndose) y que procede, sobre todo, de grandes arrendatarios de propiedades nobiliarias en el Antiguo Régimen, así como propietarios no agricultores (comerciantes, funcionarios, industriales…) que invirtieron en la compra de tierras.
Las clases dominantes en lo económico también iban a serlo en lo político. El régimen ‘moderado’ de la Restauración favorece el control de la composición de las corporaciones locales y diputaciones por parte del gobierno. Y además, el control político por parte de la oligarquía de las leyes electorales, de carácter censitario, concedían el voto principalmente a los mayores contribuyentes. Estos se apoyaban en la arquitectura para aparentar su condición social.
La arquitectura de finales del siglo XIX viene determinada por la influencia de varios estilos artísticos: romanticismo, neoclásico, eclecticismo y el estilo regionalista andaluz sevillano.
Para J. J. Martín González, en su obra ‘Historia del Arte’, el eclecticismo es una mezcla de estilos artísticos que invadirá toda Europa. Aunado con el historicismo arquitectónico, buscará emular un pasado glorioso de la historia artística nacional; elementos mudéjares, góticos y renacentistas se plasmarán en los elementos de los edificios. El eclecticismo y el modernismo se aprovecharán de la introducción de nuevos materiales arquitectónicos; el hierro, tanto en columnas como en viguetas, transforma la construcción, aumentando la altura y los espacios interiores, el barato hormigón armado, envuelto en una red metálica, donde a través del encofrado se fragua y dota a la estructura de mayor durabilidad, las coloridas vidrieras de cristal se asocia al hierro, el plástico y la madera usada en interiores y el aluminio sustituyendo al acero. La formación del arquitecto también cambia, se aproxima a la del ingeniero, que calcula técnicamente la estructura del edificio y la dota de cierta imaginación artística y a la del decorador, proyectando el mobiliario, el recipiente y el contenido, fundiendo suelos, paredes y techos. El modernismo convierte al arquitecto en un artesano.
El estilo regionalista andaluz sevillano se extenderá por los pueblos serranos, sustituyendo a los edificios realizados en los estilos eclécticos y modernistas a lo largo de los años veinte y treinta del siglo pasado.
La arquitectura de gran propietario consta de una multitud de dependencias y habitaciones, que presentan funciones diversas. La casa se divide en la parte donde vive el señor y su familia y las dependencias donde se alojan los criados y sirvientes. Las primeras están decoradas con azulejería de cerámica, estucos que imitan placas de mármol, chimeneas, cortinas, lámparas, cuadros, coloridas cristaleras y suelos con formas geométricas y naturalistas. En algunos casos, las paredes presentan obra de ataurique y lazería neomudéjares, como es el caso del zaguán de entrada y el recibidor de la casa. Ello se puede ver en viviendas de Almonaster, Jabugo o Cortegana, como la Casa de Estrada en la calle Joaquín Costa (Actas de las Jornadas de Patrimonio Histórico de Rosal de la Frontera por Martín Sánchez, Sebastián), la casa del Dr. Caballero en la calle del mismo nombre, o la Casa de los Azulejos en la calle Romero Rabana, entre otras localidades.
Sebastián Martín Sánchez