En la Sevilla de 1660 la esposa de Miguel de Mañara, Jerónima María Antonia Carrillo de Mendoza y Castillo, fallece causándole a éste una fuerte crisis personal. De jugador y mujeriego pasa a vestir siempre de negro, practicar la oración diaria, pedir limosnas en la puerta de la Catedral los días de fiesta y responder cuando la caridad es requerida; a pesar de ésta transformación, los cofrades miraron con poca estima el acceso de éste a la Hermandad de la Caridad de Sevilla, y no con pocos motivos.
De ésta transformación se ha hablado en términos de “conversión”, aunque resulta quizás más interesante recoger la obra póstuma que dejó el personaje. En 1672, antes de realizar Valdés Leal el lienzo In Ictu Oculi (en un abrir y cerrar de ojos) (1673), se escribe “Libro de la Verdad” el cual pudo influir en el programa iconográfico de la iglesia debido al pensamiento que transmite la obra literaria, y parece ser que es el mismo que se programó para toda la iglesia del Hospital de la Caridad, con obras de Valdés Leal, Murillo, Pedro Roldán, etc.
Para que no quede duda de la intencionalidad de Mañara para con la obra pictórica que contemplamos, éste escribe Discurso de la Verdad para inculcar a la sociedad la caridad hospitalaria, como así lo indica el texto: “mira una bóveda (referida a un sepulcro) entra en ella…no se oye ruido, solo el roer de las carcomas y gusanos tan solamente se percibe… repara las alhajas del palacio de los muertos, algunas telarañas son ¿y la mitra y la corona? también lo dejaron acá”. Este es el aspecto que presenta la obra de Valdés Leal In Ictu Oculi (en un abrir y cerrar de ojos 1673) y que fue acompañada por Finis Gloriae Mundi (el fin de las cosas mundanas), ambas a los pies de la nueva iglesia hospitalaria. Ambos lienzos son llamados “de jeroglíficos” y son alegorías del triunfo de la muerte y las postrimerías humanas.
El lienzo In Ictu Oculi (en un abrir y cerrar de ojos) muestra perfectamente la futilidad de la vida humana que se desvanece con rapidez, hay que reseñar que serán los Españoles e Italianos los que acentúen el carácter del hombre como perecedero y no a la naturaleza y al mundo como si hicieron los Holandeses, quizás sea argumentado por la tradición desde el medievo que hay en el empleo de calaveras y esqueletos. El esqueleto ó la muerte porta un sudario, un ataúd y guadaña, formula ya usada anteriormente, y a la vez que señala la cartela apaga el cirio, siendo éste una metáfora del final de la vida. El resto de la composición, a los pies de la calavera, se encuentran las dignidades efímeras: capelo cardenalicio, mitra, báculo, espada, corona, etc, y las ilusorias riquezas: joyas, ricas telas, saberes del hombre acumulados en libros de arquitectura, libros de ciencias y el globo terráqueo, mensaje dirigido quizás al estudio de una lectura que no sean libros teologales y morales.
Este lienzo de “vanitas” muestra el pesimismo barroco de finales del siglo XVII y de la desesperanza en el final de un imperio, el uso del tenebrismo refuerza ésta idea, además de ser una técnica propia del barroco naturalista, pero hay que destacar que el naturalismo de Valdés Leal llega a ser exageradamente dramático, el uso de colores intensos acentúan el carácter de la obra y es propio del pintor. Parece que fue con la Contrarreforma, en 1570, cuando se introdujeron éstas nuevas formas inspiradoras de espanto, saltándose el sentimiento reposado italiano, y recuperando el pathos medieval (uno de los tres modos en la retórica Aristotélica que dicta el uso de los sentimientos humanos para afectar el juicio de un jurado), expresando de éste modo la angustia de la muerte.
Deberemos mirar hacia San Ignacio de Loyola y su obra Ejercicios Espirituales, instructora de la piedad, para ver el origen de este nuevo sentimiento piadoso, que posteriormente Luis de Puente ya nos hará referencia en las “meditaciones de nuestras postrimerías” en la obra Meditaciones Espirituales. Las nuevas meditaciones sobre la muerte será un recurso del guía espiritual, en este caso Mañara, generando composiciones de lugar con gusanos, restos de carne en putrefacción, etc, recurso usado contra la vanidad del mundo para estimular la imaginación religiosa.
Respuesta de Alejandro y Scipion a Miguel de Mañara:
“vanitas vanitatum, et omnia vanitas”
(vanidad de vanidades, y siempre vanidad)
Discurso de la verdad Miguel de Mañara
Jose Ignacio Clemente Fernández
Historiador del Arte